Con medidas correctivas tributarias solidarias en tiempos en que la generosidad es el único bien que ha sobrevivido a una pandemia, es recomendable concentrar políticas tributarias en manos del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas en estos tiempos de cuarentena y que rijan en forma rigurosa sobre el sistema tributario combinando los principios de progresividad y capacidad contributiva con miras a enfrentar la informalidad que ha crecido estratosféricamente en las últimas décadas. No hubo nuevas empresas. Sólo emprendimientos personales con poquísima inversión y una o dos personas figurando como empresa, enmascarando la verdad: Bolivia inscribió empresitas. Los Start Ups brillan por su ausencia y se multiplican emprendimientos dedicados a rubros similares que socavan una actividad en muchísimos proveedores, todos peleando una migaja de una pequeña torta.
Las distorsiones estructurales tributarias, no exige que emprendimientos pequeños tributen. Provocan que el comercio formal, la industria, grandes productores, negocios y contribuyentes carguen con todo y desacelera el crecimiento. Son un comercio informal con gran potencial político y poquísimo valor económico que no paga impuestos. No existe ecuanimidad para con todos los que generan ingresos y se da una curva de recesión-contracción de la economía, donde el COVID-19 está fulminando las economías de los estados.
Las políticas tributarias deben provocar tributos novedosos e idóneos con el presente, que enfrenten la debacle de la falta de recursos. Se trata de detener la desaceleración de las economías emergentes con expectativas de un crecimiento holístico inmediato y al menor plazo posible, convenciéndonos que sus resultados respetables signifiquen esfuerzo privado legítimo, el poder para el Estado y una excelente capacidad boliviana.
Publicado por José Luis Olmos | Socio de Auditools S.R.L | A través de su LinkedIn